el sonido de un tacón

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Día tras día me sorprendo a mi misma con mi falta de memoria. Nunca había atribuido mi pasión por la fotografía a una manera de poder agarrarme a los recuerdos, pero empiezo a pensar que con esta cabeza que tengo, algo ha tenido que ver. 

Pero bueno, este no es el tema. Poco a poco voy aceptando que mi memoria es la justa y, por eso, que me venga a la cabeza un recuerdo dibujado con tanta nitidez como el que me ha aparecido esta noche, me trastorna.

Aun no hace un año, pero casi. Queda menos de una semana para el aniversario.

Cuando salgo a bailar me gusta cerrar los ojos y dejarme llevar. Es cuando realmente puedo sentir la música y moverme con ella. Pero hoy cerrar los ojos no me ha conectado con las notas que flotaban en el aire, en un instante me he ido unos 370 días atrás, en el recuerdo más nítido que he tenido nunca. Mi mente se ha ido a la oscuridad de una Barcelona dormida, frente al hospital y entrando en éste plenamente consciente de que subíamos a una habitación en que tierra y espíritu ya habían tomado caminos diferentes. Las desafortunadas botas que calzaba hicieron retumbar mis pasos por los pasillos del hospital, colándose tímidamente en las habitaciones. 

Rodeada de más de veinte personas bailando rumba, esta noche he revivido esa sensación tan rara del sentimiento previo al duelo. No es la tristeza de la pérdida sino el desconcierto que crea la muerte en si misma. El estar y no estar.



Algunos hablan de la muerte como si no fuera parte de la vida cuando es su elemento clave. Vivimos regidos por ella, por su presencia. Algunos la niegan y le dan la espalda como si no existiera. Pero, si no estuviera allí, ¿sacaríamos provecho de lo que tenemos? ¿Lo valoraríamos?

La muerte nos da un punto y final, de esos tan difíciles de conseguir. La cuestión es que para llegar a éstos necesitamos tiempo, hay muchas cosas que explicar aún …

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Sábado 8 de junio, 23:02h.  

Llueve suavemente, es de esa lluvia que no molesta pero empapa. Aunque cuando te das cuenta ya es demasiado tarde y, de todas formas, se esta muy bien caminando por las calles de Berlin acompañado por el frescor de las gotas. Es curioso como la lluvia y la oscuridad de la noche pueden hacer agradable un barrio bullicioso de una gran ciudad. Aunque Berlin, no es una ciudad cualquiera.